Estos años ha eclosionado en occidente un cáncer que ha necrosado toda la sociedad. Se ha expandido con virulencia haciendo metástasis en todos los ámbitos de la vida, pervirtiendo las instituciones, las leyes, el deporte, el arte, la cultura, el lenguaje, la ciencia, la docencia, la política… esparciendo su ponzoña desde la telebasura más infame hasta las más prestigiosas universidades.
Camuflado como solución final a un problema inventado, ha engañado a la chusma borreguil que entonando sus consignas mono-neuronales se dirige entusiasmada al matadero. Se disfraza de igualdad, cantando futuros de arcoiris, sin violencia, sin guerras, sin géneros, mientras convierten al hombre heterosexual blanco en el enemigo causante de todos los males de la tierra… Sí hamijos, hablamos del FEMINAZISMO.
El cáncer no razona. Su único objetivo es la imposición dictatorial de los dogmas feminazis exterminando al oponente, censurando a quien discrepa, acosando y expulsando a quien ose argumentar con hechos y datos la falsedad del discurso morado. Y ahora arremeten con fuerza contra la pornografía. La pornografía consumida por el macho heterosexual, claro. Victimizan a las mujeres que se benefician con ella, como si fueran idiotas incapaces de decidir por sí mismas, y criminalizan al inocente pajillero que solo busca alivio ejerciendo su libertad sexual sin meterse con nadie.
La pornografía existe desde que la Humanidad aprendió a representar su espiritualidad en las cuevas de la prehistoria. Defender el porno es defender la cultura, el arte, la libertad y el derecho a vivir la propia sexualidad como te dé la gana. Y este libro es un grito desde la Resistencia, en el que desmonto las falacias feminazis y las expongo como lo que son: el mal de nuestros tiempos.
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